¡Lunes de Cuento!
¡Bienvenidos nuevamente al cuento semanal!
Celos Plateados
Dos mil años antes de nuestra era existió
un pueblo; humilde tal y como los poblados de la época eran. Las plagas y las
guerras lo habían azotado décadas. Su población se encontraba diezmada,
agotada, sin esperanzas. Fueron días de tristeza, desazón y hambruna. Las
cosechas no duraban, la tierra se había agotado. Sin embargo una profecía los
mantenía vivos, un augurio de tiempos mejores; un niño nacería, con la marca
del lobo en su pecho. Él los guiaría a nuevas tierras de abundancia y
prosperidad. Sólo una advertencia en la historia: cuidado con la mujer de
cabellos plateados pues ella sería su perdición, y la del pueblo entero junto a
él.
Es ahí donde comienza el cuento, con una
mujer agonizando a punto de parir.
El bebé fue demasiado pequeño por lo que se
suponía no sobreviviría. Había llegado a este perdido mundo muy temprano, sin alma
alguna que lo cuidara. Su madre sangró tanto ese día, en la cueva húmeda y
mugrienta donde le tocó parir, que no sobrevivió. Sus llantos despertaron la
poca vida que aún permanecía en el valle. Mientras él abría sus frágiles ojos
por primera vez, los de su madre se cerraban para siempre. Una comadreja se animó
a ingresar a la cueva. El cachorro era muy peculiar; muy parecido a un hombre,
pero cubierto de un pelaje cobrizo y grueso. Lo acomodó dulcemente dentro de sus
fauces y decidió llevarlo consigo para criarlo como propio.
Así transcurrieron los primeros años del
niño, quien no tardó en fortalecerse milagrosamente. Aprendió del bosque, sus
peligros y bondades. A respetar la cadena de la vida; cazando sólo cuando era
necesario, agradeciéndole a la madre tierra sus obsequios y su vida. Hasta que
un día llegó el momento de partir. Su pelaje se había caído, su altura
triplicaba la de una comadreja adulta y necesitaba volver con sus semejantes
para poder sobrevivir.
La despedida más triste de su vida, pero lo
hizo igual, convencido de que era tiempo de buscar el lugar al que pertenecía
realmente. Ya muchacho partió rumbo al poblado humano tal y cómo la comadreja
le aconsejó.
Aquel día las nubes cubrían todo el valle,
opacando los miserables pajonales que servían de protección a las precarias
chozas de adobe y madera. Una anciana fue la primera en verlo acercarse
tímidamente. Estaba desnudo, por lo que su piel clara reflejaba la poca
luminiscencia del lugar. Los gastada vista de la anciana se esforzó por observarlo
en detalle; sus rojos cabellos, largos y rizados, sus ojos esmeralda y… una
mancha en forma de lobo en su pecho. La mujer gritó con todas sus fuerzas, en
una frenética mezcla de exaltación y terror.
-¡LA PROFECÍA SE HA CUMPLIDO! ¡NUESTRO
SALVADOR HA LLEGADO!-
Try, el jovencito criado por animales, no
podía creerlo; al comprender las palabras de la vieja. Jamás en su vida le
habían enseñado el idioma del hombre, pero le fueron muy naturales los sonidos.
Un instante más tarde se encontró rodeado de casi todos los pobladores, que
murmuraban y lo observaban, esperanzados y desconfiados a la vez.
Fue una hermosa muchacha la que lo cobijó;
le tendió una manta sobre sus robustos hombros envolviéndolo por completo, y lo
acompañó a su choza. Los días que le siguieron fueron dichosos, la tierra
comenzó a sanar como por arte de magia, las cosechas florecieron de repente en
pleno agosto y de a poco el amor por su joven anfitriona creció. Todo era
perfecto, demasiado pensó Try, aunque no quería dudar, por lo que se obligó a despojarse de sus miedos.
Los meses transcurrieron llenos de dicha plena.
Sólo Eiden fue testigo de lo que siguió. Ella se había enamorado del misterioso
muchacho, sin embargo la forastera se lo arrebató. Celosa lo observaba a
diario, esperando que Try se cansara de la bella doncella de oscuros cabellos.
Una noche descubrió algo que la aterró y la obligó a contarle a todos en el
pueblo. Los pobladores se horrorizaron y decidieron quemar en la hoguera a la
forastera. Eiden no quiso nunca aquello, pero no pudo evitar contarles a todos
que el cabello de la bella doncella era plateado en realidad. Lo vio una noche,
en el claro, mientras juntaba bayas silvestres. Lo recordaba bien; la siguió
porque le resultó extraña su actitud y ahí la vio lavarse los largos cabellos
en el estanque. El agua se tornó negra mientras la cabellera de la doncella relucía
como la plata; o eso creyó atestiguar. Ahí lo supo; era una hechicera, no tenía
dudas de ello. La profecía lo advirtió; cuidado con la doncella de plateados
cabellos.
Sin embargo jamás hubiera imaginado lo que
ocurriría. Mientras la doncella ardía en aquella hoguera suplicando piedad, Try
se abalanzó sobre ella; abrazándose a su amada y ardiendo junto a ella. Eiden nada
pudo hacer, mientras todos gritaban horrorizados al ver al sol desaparecer de
los cielos. El cielo se oscureció, los campos se secaron y el poblado
desapareció de la faz de la tierra, como si nunca hubiera existido. La culpa
que Eiden sintió la acompañó toda su vida. Aún la acompaña ya que los dioses le
impusieron un castigo. Sus cabellos se tornaron claros como la plata, su piel
blanca como la luna. Y su oscura esencia aún camina por esta tierra, llenando
de terror el corazón de las personas que se acercan a aquel valle infértil y maldito, atormentándolas
hasta extraerles sus almas.
Al final la profecía se cumplió; cuidado con
la doncella de cabellos plateados pues ella será vuestra perdición.
Fin
L.K.Rodriguez