Un mini cuento para éste Lunes


Ecos

El descenso no había  sido planificado; a pesar de ello era inevitable.
Dentro del abismo las imágenes se parecían, por lo que no lograba advertir nada familiar, perdiéndose en el interminable desfile de cavernas similares.
La pregunta se repetía en su cabeza, “¿Cómo saldría de allí?”
De momento había decidido seguir descendiendo, las circunstancias lo habían dejado sin opciones.
Estaba seguro de recordar una salida del abismo ; una cueva que conducía al exterior, muy por debajo de su posición actual; aunque no lograba identificar su posición exacta.
Todo era similar, todas las aberturas en la oscura roca se asemejaban unas a otras.
No recuerda cuánto tiempo descendió. Seis horas, ¿ocho, quizás?
Los brazos le dolían demasiado, los sentía al punto de estallar. Las piernas ya no las sentía. Poco a poco la fuerza lo fue abandonando hasta que no aguantó más.
Las manos comenzaron a resbalar de la soga, quemando sus palmas. El dolor era insoportable. Cerró fuerte sus ojos y, resignado, se dejó caer, consciente de que su fin había llegado. Pensó en su inevitable muerte mientras caía a un vacío sin final.
Un golpe seco lo obligó a abrir sus ojos. De bruces contra la alfombra de su dormitorio, mientras su otra mitad aún permanecía sobre la cama.
-¡Un sueño!, después de todo fue un simple sueño.- murmuró aliviado.
Y  en el momento que llevó sus palmas al suelo para incorporarse lo sintió; el mismo dolor de su sueño.
Al verlas se horrorizó; las mismas quemaduras de su sueño marcaban su carne que, al rojo vivo, evidenciaban el castigo del rozamiento de una gruesa cuerda de rapel.

Fin
LK Rodriguez

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