Una nueva noche...un nuevo cuento
Espero que lo disfruten tanto como yo lo disfruté al escribirlo.
Cierren los ojos y traten de imaginarse todo: ¡luego me cuentan!
Un giro del destino
Ella se encontraba inmersa en su propio monólogo, relatando aun pobre espectador el resumen de su vida.
-Verás; estaba agotada.
Desencantada de
mi triste existencia.
Mi vida era un
retelling de sucesos ordinarios, un eterno bucle de lo cotidiano.
Una reversión
barata de un teatro clásico ya gastado, un dejavú largamente anunciado.
¿No te has
sentido así en algún momento de tu vida?
¿Sí, verdad?,
pues entenderás a la perfección lo que voy a narrarte. Si no te has sentido
así, trata de imaginarlo; no es difícil, verás lo simple que es…
Me encontré
despertando una mañana, como de una terrible pesadilla, con la amarga
revelación de mi aburrida e insignificante vida proyectándose ante mis ojos.
De pronto lo comprendí,
debía realizar un cambio drástico…, ¿pero qué?.
¡Qué haría para
cambiar mi destino y transcender!
Pasé las
siguientes 24 hs desconectada de la vida diaria; me ausenté del trabajo y las
responsabilidades, trivialidades banales y efímeras, sumergida en mi propia
melancolía, añorando algo desconocido.
Así, sin darme
cuenta, terminé en un bar, rodeada de shots vacíos de tequila.
La cabeza me daba
vueltas. Sin embargo, lo escuché fuerte y claro.
Primero en forma de susurro; luego transmutó, y el sonido se hizo más sólido,
hasta materializarse en un hermoso joven.
Aquel muchacho,
de piel lechosa y ojos cristalinos, parecía percibir hasta el más profundo de
mis lamentos.
Poco a poco confié
en él, junto con su promesa de cambio.
Recuerdo haber
partido del bar y llegar a mi departamento, todo en su compañía.
Recuerdo bien el
sexo salvaje y violento que compartimos.
Recuerdo su boca
recorriendo todo mi cuerpo; y recuerdo sus pequeños y sensuales mordiscos,
desde mi sexo húmedo hasta mi cuello… Y ya no recuerdo más.
Desperté
terriblemente sedienta, sin noción de tiempo y espacio, con sensaciones
extrañas que jamás había experimentado.
Vacié una botella
completa de agua dentro de mi garganta.
La sed no cedía y
el líquido incoloro me provocaba náuseas.
Mis oídos
zumbaban, hasta que comencé a reconocer murmullos que provenían del rincón más
lejano de la habitación; allí, una pequeña araña laboriosa se encontraba
tejiendo su nido.
Debo confesarte
que primero me espanté, hasta que respiré hondo y encontré la pequeña nota
sobre la mesita de arrime:
“Buenas noches mi amor; bienvenida a tu nueva vida. Pronto regresaré, no salgas
sola, aguarda mi llegada; ¡tengo tanto que enseñarte!”
Y aquí estamos. -
-Lidia, mi amor,
deja de jugar con la comida. Simplemente aliméntate; necesitas estar saludable-
- ¿Ves cómo me
cuida?; ¿No es un amor?
¡Lo siento!, mi
vida mejoró mucho; pero la tuya está por terminar. No podemos transformar a todos
en vampiros, nos quedaríamos sin alimento. Espero comprendas…-
Ella se lanzó
sobre la yugular de su dulce presa. El pobre muchacho gemía en vano mientras su
vida era succionada por dos pequeños orificios en su cuello. Sus ojos reflejaban
la misma desesperación que todas las presas anteriores. Antes que la vida
abandonara el cuerpo de su cena ella siempre los miraba a los ojos. Aquello le
recordaba su anterior y patética vida. Era ése momento único, en el que lograba
sentirse realmente plena.
L.K.Rodriguez